CAMBIANDO LA REALIDAD.
Los que vivimos en Venezuela,
sabemos lo que ha sucedido en los últimos años. De ser un país pujante, en
crecimiento, amable, abundante, etc., hemos pasado a ser un país con muchas
precariedades y limitaciones.
Vivimos como si hubiésemos
atravesado una cruenta guerra. El campo de batalla ha sido nuestra mente. Nos
hemos dejado arropar por ese pensamiento guerrerista, lleno de resentimiento, venganza, resabios, escasez, muerte, etc. A pesar de no haber disparado un solo tiro,
estamos envueltos en una vorágine de odio, miserias, amenazas,
injusticias. Hemos pasado de ser un país
prospero, a una lamentable muestra de indolencia.
Venezuela no merece lo que le está
sucediendo. La mayoría del país no quiere este terror, escasez, desesperanza,
crisis. Hemos visto la destrucción de
nuestro propio gentilicio y valores, mientras se han encumbrado a incapaces sin
méritos, desplazando a los verdaderos profesionales y líderes, por unos personajes
leales, serviles y acomodaticios.
Hemos pasado por situaciones de escasez
de alimentos, hiperinflación gravísima, la desaparición del bolívar, la quiebra
de miles de empresas, el empobrecimiento acelerado del país, una brutal caída
del PIB, el robo descarado de los recursos del país para enriquecer a unos
pocos, la indefensión del pueblo ante el brutal ataque de aquellos que tienen
que defenderlo, una migración exagerada propia de países en graves conflictos, la
delincuencia actuando a sus anchas, la desesperanza, el horror de las cárceles,
la manipulación de la justicia, pésimos servicios y pare usted de contar. Se ha
querido argumentar la crisis usando la burda excusa de unas sanciones, que enriquecen
a unos cuantos y sirven de justificación a los que no han tenido la capacidad
de gobernar adecuadamente al país. En un
principio se habló de una redistribución de la riqueza, lo que ha resultado en
el enriquecimiento de unos pocos a costa de la miseria de la mayoría de los
venezolanos honestos.
Se ha empobrecido a la población bajo
la mirada complaciente de países hermanos, que han visto como un prospero país
es destruido por insensatos que han convertido la esperanza en desesperanza,
que han hecho lo posible algo imposible, y lo ordinario lo han convertido en
algo extraordinario.
Aquellos que entregaron su vida para
construir un país, y que contribuyeron durante su vida útil creyendo en la
promesa de un mejor futuro, hoy les pagan una miseria de pensión, que muestra
la verdadera cara de la estafa del populismo.
Hoy los maestros, médicos, enfermeros, empleados públicos e inclusive
militares viven con unos sueldos miserables, pagados por un estado avaro, que
solo piensa en empobrecer cada vez más al pueblo, mientras sus líderes miran
hacia otro lado buscando excusas. Resuelven
la hiperinflación congelando el salario del pueblo, mientras los impuestos y
servicios aumentan día a día, homologados al valor de la moneda extranjera que
rige los destinos del país, ahora más que nunca. El bolívar desapareció. Ya no
tiene valor. Los pocos empresarios que quedan, han aprendido a convivir con la
situación, y hoy simplemente se tapan la nariz y voltean la mirada ante la
triste escena de un país depauperado a mansalva. Mientras los dirigentes se
siguen enriqueciendo a través de entramados de corrupción y fraudes
constantes. Vivimos en un país petrolero
con escasez de gasolina. Un país petrolero donde el pueblo tiene que cocinar
con leña. Un país con elevada capacidad hidroeléctrica, pero con problemas de
servicio eléctrico. Donde llueve a montones, pero no hay agua potable, etc. A
diario se revelan historias de escándalos de corrupción, sin que los
responsables sean castigados, amparados en la impunidad y la conveniencia. Los jóvenes se han ido en desbandada del
país, buscando oportunidades y un mejor
futuro, que Venezuela hoy no les puede ofrecer, mientras los gobernantes se
hacen los ciegos, sordos y mudos ante la pérdida de este valioso talento
humano.
Sin embargo, el venezolano ha
demostrado ser un gran ciudadano. Hemos resistido con entereza los embates de
las sucesivas crisis. Somos habitantes resilientes que hemos aprendido a vivir
en situaciones incomodas. Nos hemos probado constantemente y reinventado
completamente. Hemos respetado el Estado de Derecho a pesar de las constantes
burlas del poder. Creemos en la justicia y en el trabajo honesto. Debemos reconocer esa cualidad que tenemos
como colectivo.
Pero: ¿todo está perdido? NO.
No todo está perdido.
El juego estará perdido siempre y
cuando sigamos la corriente de los que están al mando.
¿Qué podemos hacer?
Unamos fuerzas.
No hace falta enfrentarnos a nadie.
Solo hace falta cambiar nuestra
forma de ver las cosas. No es rápido. Tenemos muchos años a nuestras espaldas
con este aprendizaje. Enfoquemos nuestra atención en lo queremos manifestar.
Enfoquémonos en la paz, en el progreso, la abundancia, la prosperidad, en el merito, en el trabajo
honesto, en un gobierno que respete a sus ciudadanos, en la educación, en la
libertad, en la verdad, en la democracia.
Venezuela es un país rico, con una inmensa mayoría de gente buena que quiere
vivir en paz y progresar trabajando honestamente.
Desterremos de nuestra mente el
resentimiento, la envidia, el odio, el miedo, la miseria, la corrupción, la escasez, la
lucha inútil, la venganza, el guerrerismo fatuo, etc.
Pongamos cada uno ese granito de
arena, para construir lo que deseamos, cambiando en nuestra mente, la forma de
ver al país, deseando profundamente, desde nuestro corazón, tener un país de
progreso y de oportunidad para todos, viviendo en paz, abundancia y prosperidad
de ahora en adelante.
Enfocar la atención significa mirar en la misma dirección, unos pocos minutos al día. Enfocar nuestros
pensamientos en alcanzar el cambio que queremos ver. Es enfocar nuestra energía en alcanzar nuestras metas. Dejando de lado aquello
que no nos gusta, y pensando en lo que nos beneficia a todos. Hagamos ese
ejercicio de visualización y enfoque al menos dos veces al día; temprano en las
mañanas y antes de acostarnos. El cambio se manifestará más temprano que tarde.
Venezuela tiene el poder para crecer de forma exponencial. Tiene muchos recursos naturales renovables. Tiene bellezas naturales únicas. Tiene tierras fértiles a disposición. Necesitamos líderes capaces de interpretar el sentimiento de progreso de los venezolanos. Basta de rencillas inútiles que han dañado tanto a nuestro país. Los que gobiernan lo saben, pero no encuentran el camino para corregir los errores que han cometido. Lo importante es cambiar la forma como vemos las cosas y enfocar nuestra energía para lograr la verdadera transformación que permita el progreso de todos. No hay razón para limitarnos e impedir nuestro crecimiento como país.
Venezuela es un país bendecido por
Dios. Tenemos todo lo que hace falta para ser un espacio maravilloso de
crecimiento y expansión, lleno de oportunidades para todas las personas de bien
que conviven en este país. Hagamos el
ejercicio. Ajustemos nuestra mente y enfoquemos la atención y la energía en aquello que
verdaderamente importa: el amor, la paz, la esperanza, el progreso, la familia,
nuestro espacio de vida, nuestro país. Volvamos a ser ese país alegre, familiar,
abundante, prospero y maravilloso que siempre hemos sido.
Hagamos el intento. Somos capaces de alcanzarlo solo con
proponérnoslo.
¿Qué esperamos? Demos un salto de fe.
CONTACTO:
Mi nombre
es Francisco De Lisa. Me dedico a
apoyar, asesorar, entrenar, hago mentoría y coaching, a individuos,
emprendimientos y organizaciones, para agregar valor y generar nuevas
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